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Localización
La ciudad ensimismada. Complacida en su belleza, y adormecida en el recuerdo de lo que una vez fue, la ciudad vive una larga decadencia desde su último momento de esplendor, el periodo fugaz que va desde la reconquista hasta el descubrimiento de América, cuando los centros de poder se trasladan definitivamente hacia Madrid, Sevilla y Cádiz. Esta lenta agonía permite que la fisonomía de su extenso casco histórico haya pervivido inalterada, hasta finales del siglo pasado, aunque progresivamente empobrecida y finalmente oculta bajo el manto uniformador de la miseria más digna. Así, poco a poco, sus grandes casas señoriales, acaban convirtiéndose en humildes casas de vecinos, en las que vienen a hacinarse los hijos del campo y la hambruna llegados a la capital en busca de una vida mejor.
Esta decadencia se ceba rabiosamente en la zona más próspera de la ciudad tras la conquista cristiana, el entorno de la ribera en la Ajerquía Sur, devenida en foco de miseria y exclusión hasta época reciente. Paradójicamente, la desgraciada situación, libra a estos barrios del asalto masivo de las inmobiliarias más agresivas, poniendo a salvo valiosos inmuebles que pueden ser rehabilitados con criterios más respetuosos.
El caminante se dirige hacia la zona más remota y desconocida del casco histórico, para comprobar como esplendor, decadencia, ruina y renovación conviven en extraño maridaje, confluyendo en el tiempo las etapas de una historia cíclica, que la ciudad parece condenada a repetir.