Puerta de los patios de Córdoba

Córdoba, ciudad conventual. La llamada Reconquista, que se inicia como guerra civil, movida por el control del territorio, en la que musulmanes y cristianos llegan a compartir bando e intereses, deriva en guerra santa con el progresivo fortalecimiento del poder de la iglesia en los reinos cristianos y la llegada de almorávides y almohades a los reinos musulmanes. Así, en el siglo XIII, Córdoba es conquistada no sólo en nombre del rey, sino en el del Dios verdadero, y junto a los ejércitos cristianos y las poderosas órdenes militares de monjes soldados, se instalan en la ciudad otras muchas congregaciones llamadas a cristianizar el territorio conquistado. Repartidas estratégicamente por todo el casco histórico, las nuevas fundaciones, con sus grandes casas y huertos, llegaron a ocupar una buena parte de la ciudad. Hasta los procesos de exclaustración durante la ocupación francesa y la desamortización de Mendizabal, la ciudad albergó hasta diecinueve conventos masculinos y catorce femeninos.

En su paseo hasta la Mezquita, el caminante rastrea las huellas de esa Córdoba conventual, escondidas en los austeros compases de las congregaciones más humildes o exhibidas sin pudor en las imponentes construcciones de las más poderosas.